Rudi Finžgar - el padre de Elan

Toda gran historia comienza con una pasión, que a los ojos de los mortales, limita con la obsesión. A primera vista las personas demasiado apasionadas parecen un poco locas y despistadas. Pero no son ni lo uno ni lo otro. Porque la pasión lo cambia todo.

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Rudi Finžgar - father of Elan

Sobre el producto
Toda gran historia comienza con una pasión, que a los ojos de los mortales, limita con la obsesión. A primera vista las personas demasiado apasionadas parecen un poco locas y despistadas. Pero no son ni lo uno ni lo otro. Porque la pasión lo cambia todo.

Toda gran historia comienza con una pasión, que a los ojos de los mortales, limita con la obsesión. A primera vista las personas demasiado apasionadas parecen un poco locas y despistadas. Pero no son ni lo uno ni lo otro. Porque la pasión lo cambia todo. Es así: es la unión de la alegría con el brillo de los ojos de un niño, las manos diestras, la ingeniosa cabeza, las noches en vela y una agradable emoción lo que hace maravillas. Todos estos procesos transcurrían en el alma, la cabeza y el cuerpo de Rudi Finžgar. Sabía cosas de las que los demás no tenían ni idea. Veía el futuro. Sobre todo no le tenía miedo a nada. Se atrevía, nunca se detenía, siempre divisaba claramente el objetivo final. Por eso procesaba rápidamente y sin mayores dificultades los obstáculos con los cuales se cruzaba en el camino. Estaba convencido de que nada era imposible. Finžgar era el típico habitante de la región de Gorenjska. Era la encarnación de la terquedad de Gorenjska, de la perseverancia,la diligencia, el emprendimiento y el ingenio.

Y claro, estaba enamorado del invierno, la nieve y del esquí, sobre todo de los saltos de esquí. En Kropa, en el taller de su padre, se formó en el oficio de carpintero. Debería haber fabricado mesas, sillas y otros muebles, pero en realidad tenía otras ideas en su cabeza. Le interesaban los esquís, quería saber cómo poder curvar la madera... Si en aquel momento sabías hacer tus propios esquís era un logro muy importante. Eras la principal celebridad de los alrededores.

Y Finžgar, al ser un excelente saltador de esquí, sabía muy bien cómo eran los buenos esquís. Cuando estuvo convencido de que su conocimiento era suficientemente diverso, pidió prestado trescientos dinares para poder comprar madera de fresno y comenzó a fabricar esquís que eran verdaderas obras de arte. Todos estaban deslumbrados ante ellos. Casi todos los días algún fanático del esquí aparecía en su taller porque quería esquís con la firma de Finžgar.

Durante la Segunda Guerra Mundial Rudi Finžgar fue movilizado al ejército alemán, pero se escapó y se unió a los partisanos. En Cerkno, donde después de la capitulación de Italia, era centro del territorio libre, en la planta baja de la antigua pensión Porezen estableció un taller en el cual fabricaban esquís para los partisanos. En aquel entonces en Cerkno se organizaban competencias de esquí, donde el mismo Finžgar ganaba muchas veces en saltos de esquí.

Finžgar poco después de la guerra y basado en las experiencias de Cerkno, como un verdadero visionario y estratega, comenzó a pensar en establecer una verdadera compañía de esquí. Y en septiembre de 1945 llegó el gran día. En aquel momento pronunció la famosa frase: »¿Quién hubiera pensado en dormir? ¿Quién en dinero? El mundo me espera. Y a Elan.« De esta manera nació la cooperativa para la fabricación de material deportivo Elan.

Rudi Finžgar era un hombre que nunca se detenía y siempre lanzaba ideas nuevas. Al parecer, mientras estaba paseando reflexivo por los campos que rodeaban los humildes talleres de Elan le dijo a los granjeros: “En el año 2000 aquí se levantará una gran fábrica Elan, ya verán.” Y ya en el año 1970 había una fábrica.

Probablemente fuera él promotor de que el espíritu innovador e inventor se instalara por siempre en Begunje. Es por él que austríacos, franceses, italianos, alemanes y suizos que, de modo tan soberbio se apropiaran de los Alpes, que nunca habían oído hablar del Triglav, envidiaban el intelecto de Begunje. El Instituto de Desarrollo de Elan se ganó la reputación de ser una especie de trendsetter. Aquí nacieron innumerables creaciones que marcaron y cambiaron el esquí.

Partizanke

Por el año 1944 los partizanos se dieron cuenta de que se podían oponer a la unidad alemana de esquiadores únicamente con esquís de alta calidad. Por eso emitieron un decreto sobre el establecimiento de un taller de esquí. Según las instrucciones de Rudi Finžgar se fabricaban esquís de 170 centímetros de largo y 9 pulgadas centímetros de ancho, que los llamaban partizanke.

El diablo rojo de Titolandia

Cuando en 1936 Rudi Finžgar vió la competencia en el trampolín Bloudkova skakalnica en Planica, decidió que se entregaría en cuerpo y alma a los saltos de esquí. Fue un valiente saltador de esquí. En 1940 tuvo la oportunidad de saltar primero del antiguo trampolín. Saltó 84 metros, y ese día fue incluso el mejor logro de los saltadores de esquí eslovenos. En el último partido antes de la guerra en 1941 alcanzó el record esloveno con 95 metros. También fue el primer saltador de esquí esloveno que voló sobre la marca de los cien metros, sin embargo al aterrizar tocó el suelo con una mano. Después de la guerra, el record ascendió a los 102 metros y luego a los 117, que fue el record durante nueve años. Incluso como saltador de esquí fue conocido como innovador. Con el fin de que cortara mejor el aire, inventó una especie de traje de cuero rojo, por el que recibió el apodo de “Der Rote Teufel aus Titoland” (El diablo rojo de Titolandia).

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Rudi Finžgar - father of Elan

Toda gran historia comienza con una pasión, que a los ojos de los mortales, limita con la obsesión. A primera vista las personas demasiado apasionadas parecen un poco locas y despistadas. Pero no son ni lo uno ni lo otro. Porque la pasión lo cambia todo. Es así: es la unión de la alegría con el brillo de los ojos de un niño, las manos diestras, la ingeniosa cabeza, las noches en vela y una agradable emoción lo que hace maravillas. Todos estos procesos transcurrían en el alma, la cabeza y el cuerpo de Rudi Finžgar. Sabía cosas de las que los demás no tenían ni idea. Veía el futuro. Sobre todo no le tenía miedo a nada. Se atrevía, nunca se detenía, siempre divisaba claramente el objetivo final. Por eso procesaba rápidamente y sin mayores dificultades los obstáculos con los cuales se cruzaba en el camino. Estaba convencido de que nada era imposible. Finžgar era el típico habitante de la región de Gorenjska. Era la encarnación de la terquedad de Gorenjska, de la perseverancia,la diligencia, el emprendimiento y el ingenio.

Y claro, estaba enamorado del invierno, la nieve y del esquí, sobre todo de los saltos de esquí. En Kropa, en el taller de su padre, se formó en el oficio de carpintero. Debería haber fabricado mesas, sillas y otros muebles, pero en realidad tenía otras ideas en su cabeza. Le interesaban los esquís, quería saber cómo poder curvar la madera... Si en aquel momento sabías hacer tus propios esquís era un logro muy importante. Eras la principal celebridad de los alrededores.

Y Finžgar, al ser un excelente saltador de esquí, sabía muy bien cómo eran los buenos esquís. Cuando estuvo convencido de que su conocimiento era suficientemente diverso, pidió prestado trescientos dinares para poder comprar madera de fresno y comenzó a fabricar esquís que eran verdaderas obras de arte. Todos estaban deslumbrados ante ellos. Casi todos los días algún fanático del esquí aparecía en su taller porque quería esquís con la firma de Finžgar.

Durante la Segunda Guerra Mundial Rudi Finžgar fue movilizado al ejército alemán, pero se escapó y se unió a los partisanos. En Cerkno, donde después de la capitulación de Italia, era centro del territorio libre, en la planta baja de la antigua pensión Porezen estableció un taller en el cual fabricaban esquís para los partisanos. En aquel entonces en Cerkno se organizaban competencias de esquí, donde el mismo Finžgar ganaba muchas veces en saltos de esquí.

Finžgar poco después de la guerra y basado en las experiencias de Cerkno, como un verdadero visionario y estratega, comenzó a pensar en establecer una verdadera compañía de esquí. Y en septiembre de 1945 llegó el gran día. En aquel momento pronunció la famosa frase: »¿Quién hubiera pensado en dormir? ¿Quién en dinero? El mundo me espera. Y a Elan.« De esta manera nació la cooperativa para la fabricación de material deportivo Elan.

Rudi Finžgar era un hombre que nunca se detenía y siempre lanzaba ideas nuevas. Al parecer, mientras estaba paseando reflexivo por los campos que rodeaban los humildes talleres de Elan le dijo a los granjeros: “En el año 2000 aquí se levantará una gran fábrica Elan, ya verán.” Y ya en el año 1970 había una fábrica.

Probablemente fuera él promotor de que el espíritu innovador e inventor se instalara por siempre en Begunje. Es por él que austríacos, franceses, italianos, alemanes y suizos que, de modo tan soberbio se apropiaran de los Alpes, que nunca habían oído hablar del Triglav, envidiaban el intelecto de Begunje. El Instituto de Desarrollo de Elan se ganó la reputación de ser una especie de trendsetter. Aquí nacieron innumerables creaciones que marcaron y cambiaron el esquí.

Partizanke

Por el año 1944 los partizanos se dieron cuenta de que se podían oponer a la unidad alemana de esquiadores únicamente con esquís de alta calidad. Por eso emitieron un decreto sobre el establecimiento de un taller de esquí. Según las instrucciones de Rudi Finžgar se fabricaban esquís de 170 centímetros de largo y 9 pulgadas centímetros de ancho, que los llamaban partizanke.

El diablo rojo de Titolandia

Cuando en 1936 Rudi Finžgar vió la competencia en el trampolín Bloudkova skakalnica en Planica, decidió que se entregaría en cuerpo y alma a los saltos de esquí. Fue un valiente saltador de esquí. En 1940 tuvo la oportunidad de saltar primero del antiguo trampolín. Saltó 84 metros, y ese día fue incluso el mejor logro de los saltadores de esquí eslovenos. En el último partido antes de la guerra en 1941 alcanzó el record esloveno con 95 metros. También fue el primer saltador de esquí esloveno que voló sobre la marca de los cien metros, sin embargo al aterrizar tocó el suelo con una mano. Después de la guerra, el record ascendió a los 102 metros y luego a los 117, que fue el record durante nueve años. Incluso como saltador de esquí fue conocido como innovador. Con el fin de que cortara mejor el aire, inventó una especie de traje de cuero rojo, por el que recibió el apodo de “Der Rote Teufel aus Titoland” (El diablo rojo de Titolandia).